Páginas

lunes, 6 de enero de 2014

Miltónidas en Machu Picchu      
Concluido el I Encuentro Nacional de Puntos de Cultura, a las 3 de la mañana del día 2 de diciembre de 2013, tras maratónica jornada, iniciada la noche del 28 de noviembre, con la finalidad de validar el Proyecto de Ley de Promoción de los Puntos de Cultura, y aprovechando la estadía en Cusco, emprendimos el viaje para visitar, por primera vez, la maravilla del mundo llamada Machu Picchu.

Luego de cuatro noches y tres días bastante nutridos, agotadores para muchos, y sólo media hora después de la Firma del Acta de Cusco, encargados nuestros equipajes en los respectivos hoteles, tomamos una combi que aguardaba justo por tres pasajeros para partir hacia Ollantaytambo, donde deberíamos tomar el tren hacia Aguas Calientes.

Durante el viaje, recuerdo al ocasional conductor apurarse por hacernos llegar a tiempo y alcanzar el tren, esmerándose como si le hubiéramos pagado algo extra por ello. La combi se deslizaba a gran velocidad en las sombras de la madrugada y por entre la persistente llovizna. Yo quería vencer al cansancio y a Hipnos para no perderme detalles del viaje, cual es mi costumbre; mas sólo recuerdo, entre sueños, la protesta de un pasajero que fue pasado de largo en el pueblo de Ollantaytambo, mientras nosotros fuimos desembarcados muy agradecidamente en la estación misma del ferrocarril. Eran las 5 y 35 de la mañana.

Despertado así bruscamente y atado por el frío de la mañana, literalmente caminaba dormido (puñuyso, diríamos en Chota), atinando sólo a ir tras Walter Calvo (Proyecto Caja de Agua - Lima) y Christian Frisancho (Grupo Laboratorio de Teatro Audaces - Arequipa), compañeros de aventura. Preguntaron ellos donde se adquirían los boletos para el tren, mientras yo pude observar a una larga fila, en su mayoría extranjeros, esperando pacientes su ingreso en la estación. Seguí a mis amigos, quienes viraron violentamente y corrieron en sentido contrario. En las filas de boletaje, no había ninguna persona; y tan pronto como nos viera la señorita que atendía en la ventanilla, dijo: “Los tres son peruanos… corran a ver si logran abordar el tren, que debe estar partiendo en este momento; ya que el próximo saldrá a las doce del día”.

Yo, que echaba mano a mi billetera, apenas pude reaccionar para volver a acelerar tras Walter y Christian, preguntándome por qué no habían cancelado. Corrí. En la puerta de malla metálica de ingreso a la estación, había un guardián y un policía. Christian pasó mostrando su documento. Entonces fue cuando terminé de despertar, pero a una pesadilla; pues buscaba y rebuscaba en la nueva billetera, que había comprado quince días atrás en Lima, y en todos mis bolsillos… y por nada lograba encontrar mi DNI. “No encuentro mi documento”, alcancé a decir a Walter, cuando éste traspasó la puerta.

Seguía buscando hasta en la pequeña mochila y en vano explicaba a los guardias mi desventura. Christian miraba ansioso el tren en marcha, Walter me miraba desconcertado. De nada sirvió decirles a los agentes que los tres habíamos participado en un Encuentro Cultural en Cusco; de nada sirvió mostrarles el fotocheck… no les importaba. “Por favor, amigo, vengo desde el norte, de Chota, tan lejos, no puedo quedarme sin visitar Machu Picchu, no cuento con más tiempo”. El guardián fue categórico: “No se puede señor, sólo se pasa con DNI; si le dejo pasar, me botan de mi trabajo”.

No había más qué hacer, sólo tenía que asumir mi desgracia. Con la tristeza más honda, me despedí de mis amigos, para no arruinarles así su también primera visita a Machu Picchu. Walter movió apenas su mano levantada, diciendo: “Cuídate amigo”; y corrieron los dos hacia el tren en marcha.

La puerta se cerró, sintiendo yo entonces el abandono del Chavo de ocho. Dos noches después, cuando contaba esta historia, Liz (Donabeny - Lima), con su mofa más simpática, ornamentó la escena cantando: “Vuelve el perro arrepentido…” y etc., etc.

Así me sentía, ni más ni menos, comiéndome mi derrota y sin explicarme qué había pasado. Ya no quise ver a mis amigos subir al tren, y volviéndome, avancé por entre los gringos con la cabeza gacha. Ellos esperaban tranquilamente su servicio especial, mientras yo ya sólo pensaba en volver a Ollantaytambo, conocerlo un poco, abordar el primer bus de regreso y arreglar mi situación en Cusco, para poder tomar sin complicaciones el vuelo a Cajamarca, y seguir de allí a Trujillo, de acuerdo a lo planeado con los Montaña de esa ciudad, para cumplir con la acción social programada, antes de volver descorazonado a Chota.

Mi ánimo estaba derrotado, pero no mis manos que independientemente seguían buscando; entonces me iluminé, y en simultáneo encontré el DNI, recordando y corroborando que estaba empapelado en la vieja billetera que, por la costumbre, aún no había desechado.

Si esto hubiera ocurrido sólo un segundo después, acá se hubiera acabado la historia y no me hubiera atrevido a escribirla. Grité al guardia ¡Ya lo encontré! y atravesé la puerta metálica como si abandonara el ghetto; puesto que para mí era todo, era resarcirme y cristalizar la oportunidad de conocer la joya inka del mundo, motivo por el que había ampliado mi estadía en Cusco, y volver airoso a Chota.

También era la primera vez que iba a subir a un tren, y con tiempo había pensado en reverenciar ese momento, como ya lo había hecho al realizar mis primeros vuelos de avión entre Cajamarca-Lima y Lima-Cusco; pero entonces, con las tribulaciones de la madrugada, la experiencia del tren pasó desapercibida. En la deshabitada estación, se abrió la puerta del vagón como la misma puerta del cielo y apenas puse el pie en la escalerilla, el ferrocarril inició su inmediata marcha.


Buscando en vano a mis amigos, fui informado por el encargado del vagón, quien se acercó a cobrarme el pasaje, que ellos habían abordado unos vagones más adelante. Ya no importaba, tenía una buena historia que contar y escribir, y ya los sorprendería en Aguas Calientes.
Redimido, me sentía como uno de los tiranizados personajes de nuestros dramas, sólo que en esta ocasión, no éramos ni Germán ni yo, quienes antojosamente determinábamos la trama. Eso me alegró profundamente.

Siendo el único pasajero en pie, tuve la suerte que una joven señora cogiera en brazos a su pequeño hijo, cediéndome el asiento. El suegro de ella, luego de unos segundos, me sacó de mis cavilaciones, cuando le respondí que yo era chotano y me animé a contar la tremenda anécdota que acababa de vivir. "Linda tierra", dijo acerca de Chota, "la acabo de conocer hace unos meses junto con Chiclayo, Cutervo, Jaén y Bagua". Era cusqueño, muy amable, y asiduo viajero. Como a sus familiares, le repartí postales montaña, gustándole mucho la de la Yunta chotana.

Sólo entonces me supe ya bien despierto, cuando empecé a disfrutar la suave marcha del tren y la hermosa realidad de la verde montaña, trepándose por desafiantes riscos, corriendo juguetona a la par del tren y a la otra orilla del Vilcanota; dando inmensa alegría verla tan libre y coqueta, ajena a la destrucción del hombre, enamorándose con la niebla de la mañana, hermosa y salvajemente, como en Querorco.

Eran las 6 y 50 a.m. cuando el tren detuvo su marcha, costándome varios minutos el sorprender a mis amigos entre el gentío de Aguas Calientes; los encontré realizando la fila para adquirir los pasajes del tren de regreso. La alegría fue grande, pero superada por la reiteración de la anécdota y más aún por las mofas de amigos que cayeron por propio peso.

Walter cumplió con gestionar las entradas para la ciudadela de Machu Picchu, cortesía de la Dirección Desconcentrada de Cultura de Cusco, ofrecida para los participantes del Encuentro de Cultura. Así, luego del desayuno y de un breve y cómodo viaje en bus, zigzagueando la montaña, arribamos a las 8 y 50 a la puerta de ingreso a la ciudadela Inka. El sueño, postergado desde la época colegial de fines de los ochenta, por la deteriorada situación del país de la época, estaba a punto de cumplirse.

Entonces la magia se abre a nuestras almas y se extiende por cada pasaje, por cada andén, por cada construcción de piedra, por cada templo y por cada visión. Un mundo de lenguas nos adelanta o se retrasa en los túneles del tiempo. Los guías hacen su parte y las edades se confabulan para disfrutar de la Magia Inka, sin pestañar. El tiempo se vuelve psicológico y el deseo del ser de quedarse para siempre, se convierte en realidad. Es un paseo por la vida, por la grandeza del hombre y por nuestra incapacidad de descifrar tanta genialidad. Es la roca tallada por la divinidad, es el concierto del sueño del cóndor anidado en la montaña, que se muestra al mismo tiempo inalcanzable, frágil e irreal.

No hay más qué hacer, no hay más qué decir, es sólo volar por la atmósfera de Machu Picchu y rescatar el número máximo de fotos.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Pongo mis manos en alto, bajo el umbral de una de las habitaciones reales, y liberando el peso de la materia, cierro los ojos y siento la energía de la piedra que recorre molecularmente mi alma.
 
 
 
 
 
 
 
Tener casi a mano al Intiwatana es cumplir el sueño de niño, de haberlo atesorado siempre en el álbum de estampitas.
 
 
 
 
 
 
 
 
Cada piedra, cada viga y cada estaca, conjuntadas a la perfección, sublimizan cada segundo, que escuchamos a Christian decir “Ahora puedo morir en paz”. Él tenía viaje de regreso a su Arequipa natal para ese mismo día y por ello había que avanzar.
 
 
 
 
 
 
Yo no dejaba de volver la vista al Waynapicchu, que, a la vuelta del circuito, se iba alejando y alejando, postergando su cima a una futura cita con los Montaña.
 
 
 
 
 
 
 
 
El Templo del Sol, termina siendo para nosotros la locura, pues en él se conjugan los cuatro elementos de la vida:
 
 
sus ventanas que reciben los solsticios de aire y fuego, su estructura redondeada que perenniza la tierra y sus entrañas donde el ingenio del Inka sigue recreando, aún hoy en día, el agua de la propia inspiración.
 
 
 
 
 
 
 
 
No queriendo irnos, dejamos entonces nuestro espíritu, llevándonos el de la piedra.
 
 
 
 
Nuestras almas se robustecen y se sienten revitalizadas, sintiéndose capacitadas de lograr con mayor eficacia cada uno de nuestros futuros propósitos.
 

De nuevo en Aguas Calientes nos encontrarnos con Juan Carlos Valverde y Jacqueline Díaz (Inti Killa Raymi - Lima), quienes presentan el mismo semblante glorioso de haber visitado Machu Picchu.
 
 
 

 
 
Luego de un recorrido por el pueblo, abordamos todos el tren de vuelta a Ollantaytambo.
 
 
 
Nos despedimos de la parejita, y nuevamente los tres, aprovechamos la oportunidad para disfrutar de este hermoso pueblo, igualmente de piedra, calculando estar de vuelta a tiempo en Cusco y que Christian viaje tranquilamente.
 
 
 

 
 

 
Recorriendo las estrechas callejas de Ollantaytambo, mágicamente remitidos a un pasado de gloria, los amigos reímos por enésima vez de la anécdota del día y me recuerdan también por enésima vez "Cuidarás bien tu DNI". Nuestras risas se eternizan entonces en el eco de longevos callejones con torrentosos canales hidráulicos que se quedan y continúan, incesantes, desafiando a la incaica piedra.
 
 
 
 
Gracias Montañas por nuestro trabajo... Gracias Walter y Christian por la caminata en los senderos más extraordinarios del Inka... Gracias Liz y Percy que volaron en espíritu con nosotros... Gracias Puntos de Cultura... Gracias Padre Severiano por ayudarnos a ilustrar esta página... Gracias a la Vida por darnos A.C.E.R. "Montaña"... Gracias Dios mío por iluminar este camino.

Completamente feliz de este 2013...

¡FELIZ AÑO NUEVO 2014 PARA TODOS!
 

:Miltónidas

Comentarios

+1#2César G Saldaña Fern31-12-2013 18:31
 
Estimado Milton: Tu comentario tan vívido nos hace sentir lo maravillado que has quedado de haber estado en Machupicchu, y te comprendo. Creo que cuando uno visita este portentoso lugar es mucho más que un testigo; creo que uno recibe la energía inconmensurable de la tierra que te hace sentir Señor del Universo cuando observas las dos vertientes desde cerca del Intihuatana. Te sientes tan pequeño y a la vez tan inmenso. Y es que no sólo es la energía de la tierra que ya es bastante, sino la energìa de los miles de integrantes de una cultura sabia y milenaria que ha quedado en cada piedra labrado, en cada edificaciòn y en cada recodo de Machupichu. Es como una baño maravilloso que te carga tu ser íntegro de una energía indescriptible que uno quiera volver a repetir. Sería lindo promover una excursiòn con los otros Montañas alguna vez. Es un sueño; pero cuando uno no sueña no realiza nada.
Un abrazo MONTAÑA.

+1#1Liz Susana29-12-2013 16:23
 
Hooola Milton!
Feliz Año nuevo!, que todos tus deseos y sueños se hagan realidad el 2014 y todos los demás años.
Un abrazote a la distancia. Percy y yo soñamos con ir pronto a Chota. Ya pronto nos encontraremos.
Hasta entonces cuidate mucho
Saludos desde Lima
Liz.
PD: Estoy viendo las fotos XD